Mi Verso es un Canto

Mi verso es un canto, se desliza en mis hojas en blanco como un cisne en aguas de un lago, despacio, con ternura y paz.

La tarde pura de mi verso me da gozo al corazón y calma a mi alma.

Mi verso son lentas escrituras como el humo gris de las fogatas que lleva el viento sur por las noches hacia las estrellas.

Mi verso es un canto de campanas al vuelo, que trepidan el aire con su música de plata.

Solas las palabras con suspiros en suave tiempo imaginario rumorea una cadena de flores en transparencia de sueños.

Mi verso es un canto, nace de un corazón de agua y miel en una cascada de sonrisas y vaga llegando a las hojas que lo espera con música del alma.

La inspiración mana sin saber por qué y las palabras fluyen con acordes melodiosos recorriendo la corriente de mi mente como voces que parecían enmudecidas de los tiempos inmemoriales y que de pronto, como por milagro, recorriendo un largo camino aparecieron dando señales de existencia en pedazos de hojas desteñidas por el tiempo.

De mis ríos interiores, bien oculto estaba el verso durmiendo la esencia de su ser, despertó en una luz que estaba retenido en pimpollo en mi alma que al infinito ahora se alarga.

Mi verso es un canto, como hilos que conectan las estrellas y el mundo, como niebla que se fuga a las nubes más allá del horizonte.

Mi verso es un canto, como veladas voces cuyo velo aparto para que purificadas y transfiguradas se van en el aire meciendo su esencia y llegan desde lo hondo con delicadeza y alegría, como gotas de agua, despacio y de a una, al papel donde bailan una danza sin fin.




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jueves, 13 de julio de 2017

Luna


Desciende serena, de la luna llena.
La luz blanca y buena,
blanca y silenciosa, buena y dolorosa,
espectral y hermosa, en las nubes vuela, en el río riela.
En las cunas vela,
dilata el paisaje y un temblor de encaje pone en el follaje,
astro sin ventura, copa de amargura y luz de sepultura.
Esa antorcha incierta, de la luna yerta,
errabunda muerta.
Luz fría y extraña que embruja a la araña y a la telaraña.
Luz de pesadilla que en los ojos brilla, del búho que chilla.
Está en el sendero que del hormiguero va hasta el jazminero.
Y alumbra un camino vago y blanquecino para el peregrino.
Luz exangüe , telar que devana la tristeza humana.
Luz que el cielo envía como poesía de amor de la noche fría.
Donde los enamorados bajo su luz serena se abrazan y acarician,
con ternuras y cariños.

“Y yo soñaba… soñaba
que hoy… tal vez mañana…
quizás un día… yo sería tu amante”


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